Transcurrían los primeros años de la década de los ochenta, siendo un niño de unos seis o siete años, para ese entonces vivía con mi familia en “la capital de la montaña”, era mi padre un ejecutivo de una empresa de seguros, con una visión del mundo que hasta hoy sigo admirando, tenía por costumbre la lectura del diario “El Colombiano”, del cual se encontraba suscrito. Poseía para entonces un ritual que recuerdo como si fuera ayer, todos los días reclamaba el ejemplar del periódico en la portería del edificio donde vivíamos, lo llevaba a la oficina y lo leía en el transcurso de la mañana, llegado el medio día colocaba el diario en la mesa que estaba en el centro de la sala, luego almorzaba y compartía unos minutos con nosotros para luego regresar de nuevo a su oficina, terminada la tarde, volvía a casa y se sentaba en la sala, donde iniciaba una charla cuyo tema principal eran las noticias del día, lo que nos obligaba a mis hermanos y a mí a leer el periódico, fue mi padre quien me enseño a diferenciar entre una noticia y una opinión, entre un comentario y una crítica, entre un sistema económico y otro, entre un buen gobierno y un gobierno corrupto, me enseño también el concepto del bien y del mal, el valor de la honestidad y de los amigos, y me enseño que la familia es un pedacito de Dios que él mismo envía a la tierra para que no estemos solos. Recuerdo a mi hermano Emilio, quien desde pequeño fue mi polo a tierra, quien me asesoraba y corregía mis tareas y por qué no también me “jalaba las orejas” cuando desviaba mi camino, también él hizo y hace parte importante en mi vida y en mi crecer como persona, Así se inicia mi contacto con la lectura, recuerdo que papá decía que “leer la prensa era la mejor forma de adquirir cultura general…” no se equivocaba.
Pasan los años y mis mejores momentos transcurren en compañía del periódico “El Colombiano”, compartiendo con mi familia las noticias, al tiempo que las analizábamos y criticábamos, siempre idealizando el país que queríamos. Esa lectura de la prensa se combina con mis textos de estudio, es allí donde encuentro poco a poco el amor por la ciencia, y mi mundo cambia, al punto de dedicar mi tiempo de lectura casi por completo a temas científicos, que aunque muchas veces no entendía, con el tiempo me familiarizaba con los términos y los comprendía, finaliza mi estudio de bachillerato y sin pensarlo dos veces ingreso a la Universidad de Antioquia, al pre grado de Biología, allí reevalúo los conceptos de ciencia adquiridos con anterioridad y lleno mi mundo de otros cientos de ellos. Empiezo a compartir con personas expertas que me encarrilan más y más en el mundo científico, entendí entonces lo vulnerables que somos los seres vivos, lo bello que es este planeta y lo desagradecidos que somos con él, a la vez que veo lo grande y poderoso que es, ese Dios que lo creó.
Pasan los años y el tren del destino me trae a estas tierras con olor a guarapo e inundado de sonidos de tambores, donde continúo con mi práctica profesional al tiempo que realizo mis estudios de agropecuaria en la Universidad del Quindío, y tengo la oportunidad de conocer entonces el mundo por demás mágico de la docencia, comprendo entonces lo satisfactorio que es transmitir algo de lo aprendido con alguien que algún día tal vez lo necesite , sigo leyendo prensa (ya no El Colombiano hoy leo El País), y discutiéndola con mi viejo y mis hermanos y debo confesar que se volvió “un vicio” que alimenta mi alma.
Como dirían los escritores, es mucha el agua que ha pasado por el cauce del rio desde entonces, hoy soy un adulto y por cosas del destino mi preferencias han cambiado, ya no me ocupo tanto de la literatura científica, aunque tampoco la abandono, es y será mi mejor terapia, hoy valoro cada día y dedico el tiempo a mis alumnos, a aprender de ellos y a tratar de recompensar en algo lo que mis viejos y mis hermanos con amor y desinterés hicieron por mí, cuando era más vulnerable, doy gracias a Dios porque aún los tengo y por permitirme conocer a tantos seres humanos que de alguna forma me ayudan a ser quien soy.
Gonzalo Velásquez Toro.
Agosto 2.010
D.R.A.